Reportan calma en la frontera tras fin del Título 42, pero secretario Mayorkas advierte que es “muy pronto”

Hay tranquilidad en la frontera, ya que es mínimo el número de inmigrantes intentando ingresar a Estados Unidos, pero el secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, advirtió que todavía es temprano tras el fin del Título 42.

“Los números que hemos visto en los últimos dos días están notablemente por debajo de lo que eran antes del final del Título 42”, dijo el funcionario en CNN.

Sin embargo, al evaluar el avance, Mayorkas reconoció que es pronto para determinar que estas cifras serán la constante con la aplicación del Título 8.

“Es demasiado pronto”, reconoció.

Aunque Mayorkas adelantó que los esfuerzos de las agencias migratorias se mantendrán en ruta para evitar el ingreso irregular de inmigrantes en forma irregular.

Este sábado, la situación en la frontera entre Estados Unidos y México a la altura de El Paso, el punto por donde más migrantes han cruzado en los últimos meses, continuó tranquila, tras el levantamiento del Título 42, una norma que permitía las expulsiones en caliente por la pandemia de covid-19.

A primera hora de la mañana, la línea fronteriza al sureste de las ciudades de El Paso (Texas, EE.UU.) y Ciudad Juárez (Chihuahua, México) se veía tranquila, sin la presencia de refugiados buscando entrar en territorio estadounidense.

La orilla estadounidense del río Bravo, que hace de frontera natural entre ambos países, seguía reforzada por un muro de concertina, que fue levantado por la Guardia Nacional de Texas por orden del gobernador estatal, el republicano Greg Abbott.

Solo algunas aves sobrevolaban la valla metálica de cinco metros y medio en la que hay apostados numerosos vehículos de la Patrulla Fronteriza de EE.UU. y de la Guardia Nacional, estos últimos sin identificación, así como varios acorazados.

A la altura de la puerta 42, a unos quince kilómetros de los núcleos urbanos de ambas ciudades, se pueden ver un par de agujeros realizados en las noches pasadas por los migrantes en los alambres de espino y que los agentes estadounidenses supervisan para intentan reparar.

Asimismo, del lado mexicano también patrulla algún vehículo del Ejército.

Inmigrantes en espera en Ciudad Juárez

Juan Ángel Pavón, un venezolano de 51 años que viaja con su mujer y sus dos hijos, cuenta junto al centro del Instituto Nacional de Migración de México (INM) donde el pasado abril murieron al menos 40 personas en un incendio, que lleva dos meses para conseguir una cita con las autoridades de migración para poder cruzar la frontera.

Dice que llegó unos días antes de la tragedia ocurrida en el centro migratorio de Ciudad Juárez, desde donde se ve el lado estadounidense, y agrega que está “a la espera de un pronunciamiento oficial tanto por el Gobierno de México como de Estados Unidos para que haya una salida humanitaria de nosotros de este espacio”.

Y mientras tanto, ya ha rellenado la aplicación de teléfono celular que ofrecen las autoridades de Estados Unidos, para comenzar el proceso de solicitud de asilo.

Asegura que todo es nerviosismo e incertidumbre, que han tardado un año en llegar hasta allí, “yendo de país en país, trabajando, reuniendo los recursos para continuar viajando”, y sufriendo robos y asaltos que les obligaron a comenzar de cero.

Lo peor del viaje, dice, fue la selva del Darién, entre Colombia y Panamá, donde “desde que entras hasta que sales huele a muerto” y también México, “donde la selva es de cemento” y donde “nos hemos convertido en el negocio lucrativo de mucha gente que se aprovecha de la situación”.